El robo en el Museo del Louvre ocurrido este domingo ha sacudido a Francia. En apenas siete minutos, cuatro asaltantes encapuchados lograron sustraer nueve joyas históricas del patrimonio nacional, piezas únicas que pertenecieron a emperatrices y reinas y que representan siglos de historia francesa.
Aunque el valor económico de las joyas es altísimo, su valor artístico e histórico es incalculable. Estas piezas estaban expuestas en la Galería de Apolo, junto a otras 23 reliquias del periodo anterior a la Revolución Francesa y de los imperios napoleónicos.
Tesoros robados: joyas con siglos de historia
Entre las piezas sustraídas se encuentran:
- La diadema de María Amelia, última reina de Francia, elaborada entre 1800 y 1825 con 84 zafiros y 1,083 diamantes.
- El collar y los pendientes de zafiro que pertenecieron a Hortensia de Beauharnais y a María Amelia, fabricados con oro de Sri Lanka y más de 600 diamantes.
- El collar y los pendientes de esmeraldas de la emperatriz María Luisa, obsequio de Napoleón Bonaparte a su segunda esposa, con 38 esmeraldas y más de 1,100 diamantes.
Además, los ladrones se llevaron varias joyas de Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, entre ellas una diadema de perlas y diamantes, un broche relicario con 18 diamantes en forma de corazón, y un lazo de corpiño decorado con diamantes rosas.
Solo una joya fue recuperada
La única pieza encontrada hasta el momento es la corona de diamantes de Eugenia de Montijo, compuesta por 1,354 diamantes y 56 esmeraldas, la cual los asaltantes perdieron durante la huida. El daño en la pieza está siendo evaluado por expertos del museo.
Las autoridades confirmaron que el comando ingresó por un balcón utilizando una escalera y empleó herramientas de corte para romper las vitrinas. El golpe duró solo siete minutos, y los sospechosos siguen prófugos.
Piezas imposibles de revender
Expertos en arte advierten que revender estas joyas en el mercado negro es casi imposible, ya que están registradas e identificadas con precisión. La única manera sería desmontarlas o fundir los metales, pero ese proceso destruiría por completo su valor patrimonial.
La carrera contrarreloj para recuperarlas continúa, mientras el mundo observa cómo uno de los mayores museos del planeta lucha por no perder una parte irremplazable de su pasado.
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